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El hermoso caballero
De niño, Francisco juega con sus amigos a la guerra. Ya de mayor sueña en ganar fama como caballero y lucha en torneos. En un combate entre Asís y Perugia cae prisionero. Es liberado, después de un año encarcelado, al pagar su padre un elevado rescate. Después de recuperarse decide embarcarse en una nueva aventura militar en Puglia.
Francisco va a la guerra
Camino de la batalla encuentra a un leproso. Le da de comer y lo besa. Jesús le pide en sueños que combata bajo su bandera y regresa a Asís. Sensible a los más pobres y leprosos, pasa largos ratos de oración. En San Damián, Jesús vuelve a hablarle, “Francisco, repara mi Iglesia”. Su padre, inquieto por su actitud, le lleva frente al obispo y allí Francisco renuncia a sus bienes y, alegremente, dice: "Hasta ahora tú has sido mi padre en la tierra. Pero en adelante podré decir: Padre nuestro, que estás en los cielos”.
A pies descalzos
Buscando un sitio para establecerse, Francisco encuentra unos bandoleros que le golpean y le arrojan a la nieve. La ermita de la Porciúncula le agradó para quedarse y allí escuchó las palabras de su vocación: "Id a predicar diciendo: El Reino de Dios ha llegado... Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente... No poseáis oro... ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo...”. Francisco se las aplica literalmente. Pronto tiene numerosos seguidores, el primero es Bernardo de Quintavalle, un rico comerciante de Asís.